Los últimos 10-15 años ha ido ocurriendo un progresivo
y cada vez mayor cambio en la cultura del dominicano, sometido a un alto nivel
de exposición a letreros, frases y costumbres ajenas a su identidad nacional,
sobre todo en idioma inglés. Este fenómeno se ha acrecentado en el último
quinquenio.
Siendo como es República Dominicana un
país que tiene como horizonte fundamental de su economía el turismo, no debería
llamar la atención el hecho de ver vallas y letreros en otro idioma. Sin embargo,
en otros países que igualmente viven del turismo, no se observa semejante
fenómeno, sobre todo en zonas por donde no es muy popular para los turistas.
El poeta y ensayista mexicano Octavio
Paz, escribió en El lenguaje: “En el libro XIII de los Anales,
Tzu-Lu pregunta a Confucio: “Si el Duque de Wei te llamase para administrar su
país, ¿cuál sería tu primera medida? El Maestro dijo: La reforma del lenguaje.
No sabemos en dónde empieza el mal, si en las palabras o en las cosas, pero
cuando las palabras se corrompen y los significados se vuelven inciertos, el
sentido de nuestros actos y de nuestras obras también es inseguro”.
En otro ambiente, las élites económicas
tienden a absorber todo lo foráneo, fundamentalmente lo norteamericano. Es casi
un sello de identidad de clase. Y como este sector es el que tiene mayor
visibilidad mediática y social, creemos que todos, por ejemplo, celebran
Thankgivins. Es una parte tan ínfima de la sociedad dominicana que recuerda ese
día, que eso no afecta la tradición cultural nuestra. Los millones de pobres,
la clase media baja y la clase media alta, incluso (esta última siempre está a
la caza de lo que consumen las élites), no entienden bien eso de Thankgivins.
Yo puedo celebrarlo cualquier día en el año, pues me gusta el pavo con
cramberry y puré de batata, y mi tía prepara un flan de auyama riquísimo. Pero,
el Thankgivins, a mi en particular no me dice nada.
El Black Friday ha tomado auge porque
las clases menos pudientes encuentran forma de acceder a bienes temporales a
buen precio. Y eso no está mal, salvo que los que ofertan jueguen limpio y no
engañen al consumidor y de que se le llame Viernes Negro y no Black Friday.
En fin, la globalización debiera tener
controles, pero no nos animemos mucho con estos diques que al fin terminarán
imponiéndose, aunque sea solo en las élites y en las clases que siguen a pie
juntillas los dictados de aquella. Por eso, cualquier política cultural debe
propender al desarrollo de la cultura popular, a las manifestaciones que se
forman en las raíces del pueblo. Es la única garantía que tenemos de que no se
nos muera la identidad, la tradición, y sigamos todos haciendo el performance de las
importaciones culturales. De las malas y de las
buenas.
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